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Comunidad Griega Ortodoxa de Panamá

El Sueño Cretense de Martanoemí y Los Riesgos Hermosos

POR: SOFÍA KALORMAKIS
 

Martanoemí Noriega lleva año y medio viviendo en Grecia. Hace seis años, conoció a su compañero sentimental, Federico, un genovés argentino con quien se embarcó en un viaje por el sur de Italia y por Grecia. La aventura los llevó hasta Agia Galini, en Rethimno, en la isla de Creta. Buscaban un lugar frente al mar que los enamorara, les permitiera cultivar, dejar sus antiguas vidas atrás, trabajar la tierra y consumir la comida cosechada con sus manos. Ella visita Panamá por su trabajo como artista visual pero no se queda mucho tiempo. Su pareja y huerto la necesitan.

 

-“Milás eliniká?” (¿Hablas griego?)
-“Ligo, ligo”, responde Martanoemí, timidamente (Poco, poco). Confiesa que aún aprende el idioma.

 

Lejos de ser el apocalipsis que pintaban los medios cuando llegó a Grecia, Martanoemí descubrió un país cuya industria turística es una maquinaria del servicio al cliente sin comparación, en especial durante su temporada de verano.

 

“Llegamos a Creta y la amamos desde que arribamos, sobre todo por los contrastes. Tuvimos la suerte de estar en un momento en que pudimos ver la nieve e ir a la playa”, cuenta la artista. Los asuntos políticos y económicos del país han mejorado desde entonces y ella siente que la isla es maravillosa para vivir todo el año, sobre todo por su gente.

 

Tan pronto llegaron, buscaron bienes y raíces. El terreno donde acamparon esa primera noche fue el que eligieron. Conocieron al dueño, el señor Vangelis, una persona que describe como maravillosa ya que aún sigue pendiente de ellos, velando por su bienestar y por la tierra.

 

Federico, su pareja, continúa laborando como modelador 3D por internet. Empezaron la aventura de construir la casa mientras Martanoemí continúa su trabajo entre ambos países, desarrollando talleres y pintando sus murales en Panamá.
 

¿Cómo te autodenominas? ¿Eres artista, pintora, street artist?
 

– “Creo que el término artista visual es tan amplio que me permite hacer todo y que todo quepa ahí adentro. Cuando conocí a Federico, trabajaba como escenógrafa en Malasia. La escenografía cabe dentro del arte visual. Cuando volví a Panamá, empecé ilustrando en una editorial artesanal y diseñando libros, y empecé a pintar en la calle. Ahora hago animación. Es un paraguas que me permite hacer lo que quiera dentro de lo visual, de diversificar. Respeto mucho a los artistas que se enfocan en un sólo formato pero no está en mi naturaleza quedarme así sin sentir que estoy traicionando mi línea de trabajo o estilo”.

 

¿Cómo se compone su estilo?

 

Por muchos años, Martanoemí tuvo un conflicto interno pues sentía que si su arte no estaba colgado en una galería, no era profesional. Todo cambió al viajar a Guatemala y Costa Rica para trabajar en arte social pintando murales. Cuenta que conoció personas con tantas habilidades como ella que no sólo pintan sino cantan, bailan, componen y escriben.

 

“Me gustó ver cómo esas herramientas infundían su arte y quise usar el arte como herramienta para el cambio social”, explica. Ese contacto la ayudó a hacer las paces con su conflicto interno. Admite que en esa transición, ganó mucho. Descubrió que el ser artista visual no la limita y que bien puede subirse a un metrobus y leer poesía, un proyecto en el que participó en 2016.

 

“Como usuaria del Metrobus, sé que uno está cansado y lo último que quiere es que alguien le hable de lo que sea. Pero bueno. En principio, uno tiene que estar preparado que cuando se trabaja en la calle, haya desde una respuesta maravillosa que te sorprende a que no haya respuesta alguna”, reflexiona la artista. “Creo que es un riesgo que se toma la gente cuando trabaja en la calle, y es un riesgo hermoso porque cuando te sorprende positivamente, te sorprende muy positivamente”.

 

¿Por qué pintas tus murales en mercados?

 

“Son obras personales. He trabajado con el apoyo del municipio pero no los encomienda. Tengo otro mural al lado de la parada del Metro bus en la Cinco de Mayo sobre los refugiados consignado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en 2016. Otro mural que pinté trata el tema del agua y la revolución Dule, un episodio histórico valiosísimo y bastante poco conocido. Son temas que me interesan. Me interesa generar reflexión sobre esos temas y por eso elijo el formato de pintura mural en la calle, porque no es el mismo público al que llegas con un libro artesanal”.

 

¿Cómo pulsas esos públicos y sus reacciones?

 

“Los mercados y paradas son los que más me gustan para dibujar y pintar porque siento que son los lugares donde la gente es más honesta. El porcentaje de gente diciéndome cosas positivas y demostrándome su agradecimiento por el trabajo que estoy haciendo es muchísimo comparado a la gente que ocasionalmente me insulta o me ignora”, dice Martanoemí. “Mi responsabilidad como artista visual no es sentarme y quejarme que no nací en Paris o en Roma, sino hacer algo para sensibilizar al público hacia las artes. En Roma la gente aprecia porque hay mucho arte público que ha ido aportando a esa educación. Los murales son mi respuesta a ese déficit de arte en espacios públicos que hay en Panamá y la respuesta que recibo del público es que la gente sí se detiene y me pregunta ¿qué significa eso? Y pregunto ¿Qué significa eso para usted? Las respuestas me superan. La gente conmueve y opina”, agrega.

 

Según Martanoemí esa honestidad es única, pues en la calle el artista pierde la sacralidad donde no se puede decir nada porque se asume que todo lo sabe, sino que es alguien que trabaja como un electricista o un plomero. En el mural de los refugiados ocurrió que había pintado todo en blanco y negro para luego barnizar con un tinte azul. Una señora se le acercó y le dijo:
“Ay no, lo dañaste mamita, tan bonito que esto estaba ayer”. Esa confianza ya es ganancia, dice la artista, quien a veces reconsidera y cambio.

 

Martanoemí ya ha dejado su huella como artista latinoamericana en un mural en el mismo Agia Galini, el lugar donde Ícaro se lanzó a volar con Dédalos. El mural fue un regalo para el pueblo, inspirado en ese mito, cerca del centro donde se encuentra la estación de bus. Los mitos la apasionan, por lo que cuando está en Panamá, trabaja mucho con la mitología guna. Los árboles también la inspiran. “Lo que me gusta de Creta es que los mitos y los lugares están conectados. Estás en un lugar y te dicen: Aquí es donde nació Zeus.
 

Me gusta el ejercicio de imaginar que ahí mismo donde estás parado corrió Zeus de chiquitito sin dientes frontales, de niño. Fede ama los árboles antiguos y Creta es el lugar para ver ese tipo de árboles, que probablemente fueron testigos de las hazañas de los minóicos”, se maravilla Martanoemí y continúa. “Estás ahí con los árboles, testigos donde pasaron minóicos, Jesucristo, los turcos, los alemanes, todo en un mismo plano…en Creta la historia que eligen contar de sí mismos son siempre historias de valor, de resistencia, de heroísmo….’En este lugar donde nos invadieron, esto fue lo que hicieron para sobrevivir….mira cómo resistimos, la tuvieron difícil los invasores’. Esas historias los ayudan a seguir resistiendo a otras cosas que vengan. Es como decir que lo que venga ya lo vivieron tu abuelo y tatarabuelo, así que tú ya llevas la capacidad de librarlo en ti. También vas a poder. De ahí va la importancia de la memoria histórica”.